"Hace un par de semanas viajé a la siempre cálida y acogedora Lisboa ("quem nâo viu Lisboa nâo viu coisa boa") para hablar sobre proyectos editoriales con Prime Books, uno de los sellos más importantes de temática deportiva, cuya implantación en nuestro país es cada día más significativa.
Tardé en llegar a la capital portuguesa menos que a Barajas. En el aeropuerto de Portela me recogió Jaime Abreu, dueño de la editorial, con su porte de gentleman y su cordialidad de amigo. Comimos en el restaurante del estadio del Benfica, un recinto esplendoroso, radiante de color y de luz, como su propio nombre indica. Con unas inmejorables vistas al terreno de juego (sede de la próxima final de Champions), conversamos brevemente con Rui Costa y después compartimos mesa y mantel con Joao Gabriel, cerebro del club y hombre de máxima confianza del presidente Luis Filipe Vieira, y con Luis Miguel Pereira, periodista y escritor, brillante en ambas facetas.
Como atención especial, tras los postres Gabriel nos invitó a recorrer el Museo del club, bautizado en honor de Cosme Damiâo, un fabuloso escenario de vanguardia, con una interactividad y un patrimonio abrumador. Recorrimos pausadamente el edificio, moderno, imponente, al mismo tiempo que atravesábamos la historia del club, de la ciudad... de la humanidad.
De repente llegamos a una vitrina que nos estremeció. Allí estaba, hecha jirones, rota con la violencia de una situación límite, la camiseta roja que portaba el húngaro Miklos Fehér la triste noche que el corazón se le paró a él y se nos partió a todos, sobre el césped de Guimarães.
Me vino a la mente el profundo sentimiento de tristeza que me produjo aquel episodio, en enero de 2004. Y recordé también la portada del periódico A Bola del día siguiente.
Había cientos de imágenes sobrecogedoras, algunas muy duras, otras muy impactantes, para elegir. Pero los compañeros del rotativo luso, en un ejemplo de elegancia, sensibilidad y delicadeza, escogieron para la capa una foto de Fehér sonriendo, momentos antes del fatal ataque cardíaco. Bajo esa imagen amable y tristísima a la vez, titularon: 'La última sonrisa de Miklos Fehér'.
Me pareció un homenaje solemne y perfecto. Una manera emotiva y cálida de contar la noticia sin entrar en morbosas y dolorosas recreaciones. Desecharon las imágenes del futbolista tumbado, de los intentos por reanimarle, de sus compañeros llorando y rezando sobre el césped y optaron por mostrarle sonriendo. Para que todos le recordásemos así.
Hoy he visto en algunos periódicos fotos muy duras del accidente de Santiago. Y me he acordado de aquella portada. No es mi intención criticar, simplemente quiero dar mi opinión: cuando la muerte, traicionera, se cruza en el camino, algunos no necesitamos comprobar la crudeza de su guadaña en imágenes perturbadoras: Prefiero recordar a las víctimas con una sonrisa en el rostro.
Y créanme: duele igual.
Mi abrazo desde aquí para todos los afectados por tantas vidas rotas."
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